Vayamos con una frase que habéis escuchado ciento cincuenta millones de veces: el desayuno es la comida más importante del día. ¿Cliché? Sí. ¿Cierto? También. A nuestros organismos lo único que les interesa es recibir unas cantidades óptimas de todos los nutrientes que necesitamos para sobrevivir. Le da igual si recibe unos a las ocho de la mañana o a las ocho de la tarde. Pero a nosotros no. Nosotros necesitamos determinados nutrientes en los primeros compases del día para mantenernos enérgicos el resto del tiempo. De ahí la importancia del desayuno.

En ese sentido, necesitamos desayunar alimentos ricos en carbohidratos complejos. Esto es debido a que estos macronutrientes liberan energía de manera lenta pero continuada en nuestro cuerpo, dándonos energía durante todo el día. Por eso los cereales son fundamentales. Todos ellos contienen cantidades enormes de carbohidratos complejos de calidad. Especialmente aquellos elaborados con bases de avena, trigo o maíz como todos aquellos presentes en nuestra tienda online, donde puedes comprar cereales americanos. Un gran desayuno.

No obstante, no es el único. A lo largo y ancho del mundo existen diferentes tipos de desayunos tradicionales. Y, de todos ellos, hay dos mucho más populares que el resto: el desayuno continental y el desayuno americano. Es más, en la mayoría de buenos hoteles de Occidente te permiten elegir entre una de estas dos modalidades de desayuno. ¿Pero cuál es mejor? ¿Cuál nos aporta más beneficios? La respuesta, como casi siempre en nutrición, es depende. Vamos a profundizar en cada una de ellas para averiguar por qué.

¿Qué lleva un desayuno continental?

El desayuno continental tiene mucho de desayuno mediterráneo. Combina ingredientes típicos de países como Francia, España o Italia. Así, las bebidas disponibles en esta versión de desayuno suelen ser leche, té o café, más otra bebida imprescindible que es el zumo de naranja. En cuanto a la comida, suele basarse en una combinación de tostadas con bollería. Las primeras suelen tomarse con algunos de los siguientes ingredientes, solos o unidos entre sí: aceite de oliva, mantequilla, mermeladas, jamón serrano, jamón de York, otros embutidos y queso.

Además, el desayuno continental incluye también piezas de fruta como manzanas o mandarinas, cereales con leche e incluso yogures de todo tipo. Puede parecer un desayuno demasiado consistente y pesado, pero resulta bastante parco en calorías y grasas en comparación con el desayuno americano. Además, cuenta con la facilidad de no requerir una excesiva preparación, por no decir ninguna. Y, en términos nutritivos, es bastante bueno, ya que contiene una proporción equilibrada de hidratos de carbono, proteínas y grasas saludables.

¿Qué lleva un desayuno americano?

Vayamos hasta el otro lado de la balanza: ¿en qué consiste el desayuno americano? Para empezar, y en cuanto a las bebidas que suele incluir, no hay mucha diferencia respecto al desayuno continental. Si te hospedas en un hotel que ofrece esta variedad, podrás elegir entre café, leche o té, aunque no es común el zumo de naranja, que es un must be del desayuno continental. Ahí estamos perdiendo una buena cantidad de micronutrientes básicos para nuestro organismo como la vitamina A, la vitamina C, el calcio, el magnesio o el hierro.

En cuanto a las comidas, contiene unas buenas dosis adicionales de grasas saturadas y de proteínas respecto al desayuno continental. Los huevos fritos, el beicon frito y las salchichas fritas son los culpables de este aumento. También suelen incluirse productos tradicionales de la repostería americana como los panqueques o las tortitas. Como ves, todo lo que lleva el desayuno americano lo hace bastante más pesado. Por eso nosotros preferimos el desayuno continental, más saludable y energético. Aunque uno americano puntualmente tampoco está mal.